Sus padres, José y Elisa.
Cristina con pocos años en Sevilla.
Parque de María Luisa, Sevilla.
Catedral de Sevilla.
El río Guadalquivir a su paso por la Torre del Oro.
Cristina con pocos años en Sevilla.
Parque de María Luisa, Sevilla.
Catedral de Sevilla.
El río Guadalquivir a su paso por la Torre del Oro.
Ya en 1894 se encuentra la familia en Huelva,
adonde se ha trasladado poco antes, buscando mejorar económicamente y
prosperar en el trabajo de ebanistería en el que don José es un gran
experto.
Cristina en la época de su estancia de Huelva.
Cristina en la época de su estancia de Huelva.
En fecha desconocida recibe la primera comunión. En
1902 muere su madre Elisa. Al año siguiente se casa su padre con
Dolores Olivera, hermana de su mujer anterior. De este matrimonio tiene
tres hijos: dos hermanos y una hermana a los que Cristina amaba
entrañablemente, desviviéndose por ellos.
Vista panorámica aérea de Huelva
Vista de Huelva
Vista panorámica aérea de Huelva
Vista de Huelva
En 1913 muere el padre.
Cristina comienza a trabajar en la fonda Ávalos de Huelva. A sus 26
años, en 1916 recibe el Sacramento de la Confirmación de manos del hoy
ya beatificado el beato D. Manuel González García, hasta entonces arcipreste de
Huelva y recién consagrado Obispo auxiliar de Málaga.En estos años
(1918-1919) comienza Cristina a tomar como guía al padre agustino José
Fariña, que se interesará grandemente por su bien espiritual.
Martirizado en la persecución religiosa de 1936-1939 en España. Ya está
introducida su causa.Hecho el discernimiento vocacional requerido con la
ayuda del P. Fariña, entra Cristina en el convento de las Carmelitas
descalzas de Ogíjares (Granada) el 24 de enero de 1921. La toma de
hábito tiene lugar el 15 de agosto de 1921 y la Primera Profesión el 20
de agosto de 1922. La Profesión Solemne, el 21 de agosto de 1925.
Fachada y hornacina de la entrada al Carmelo descalzo de Ogíjares (Granada)
La hermana Mª Cristina de postulante
Toma de hábito en Ogíjares
La Hna. Mª Cristina, de novicia
Hna. Mª Cristina de novicia sacristana
Fachada y hornacina de la entrada al Carmelo descalzo de Ogíjares (Granada)
La hermana Mª Cristina de postulante
Toma de hábito en Ogíjares
La Hna. Mª Cristina, de novicia
Hna. Mª Cristina de novicia sacristana
Después
de 24 años en el convento granadino sale de Ogíjares el 30 de abril de
1946, siendo una de las seis descalzas que hacen la fundación del
monasterio de la Santísima Trinidad de San Fernando, que se inauguró el
15 de octubre de 1946.
Fachada del monasterio de la Santísima Trinidad, de San Fernando, Cádiz
Fachada del monasterio de la Santísima Trinidad, de San Fernando, Cádiz
Llena de años y de méritos y con fama de santidad muere en San Fernando el 24 de marzo de 1980, hace ahora 25 años.
La Hna. Mª Cristina de cuerpo presente en el coro bajo.
La Hna. Mª Cristina de cuerpo presente en el coro bajo.
La fama de santidad de Cristina sigue creciendo especialmente en estas tierras y se va propagando por el mundo.
El soporte auténtico de esa fama es el ejercicio de las virtudes que acompañaron su vida.
Su vida estuvo atravesada por enfermedades constantes, significándose por un deseo ardiente de ir a ver a Dios.
Su camino espiritual no fue nada fácil. Tenía bien asumido lo que le
decía su madre Santa Teresa que “la vida del buen religioso y de los
allegados amigos de Dios era un largo martirio” [Camino de Perfección
12,2].
A este
“martirio” se sumaron las grandes pruebas y cruces que tuvo que vivir
por varios motivos, entre otros, por la fama de santidad que la
acompañaba desde antes de entrar en el convento, que la siguió dentro de
la clausura y que fue una verdadera cruz para ella por andar en boca de
las gentes. Al halo de santidad se añadía la fama de gracias
extraordinarias, visiones, revelaciones, etc., y se añadía el
inconveniente de visitas y más visitas de quienes la querían ver y
consultar. Algunas disposiciones de los superiores y visitadores
apostólicos le resultaban especialmente mortificantes. Hay que admirar
su temple espiritual en medio de tantas tribulaciones: Dejó escrito:
“Estoy contentísima con todo y veo en todas las cosas la mano de Dios.
No pierdo la presencia de Dios. Tengo una paz muy grande. Las
humillaciones son el oxígeno de mi alma. Sin ver ni entender nada, nada
más que por pura fe, de que Dios lo quiere me basta para estar contenta
y alegre. Tengo lo que tanto he pedido desde hace dos años y medio:
que me diera nuestro Señor toda calase de sufrimientos que en el mundo
hubiera y nuestro Señor no se ha descuidado conmigo”.
Ni
las pruebas espirituales ni las enfermedades lograron apagar la alegría
característica en que vivía, ni erosionar su simpatía natural ni
desdibujar su sonrisa interminable.
Las
mercedes especiales de Dios hacia ella no la alienaban o apartaban de
la preocupación espiritual por los hermanos, todo lo contrario. En su
biografía hay un capítulo necesario que se titula: “Lo extraordinario en
la vida de Cristina”.Al final del estudio detallado que allí se hace
sobre el tema, se dice:
«Cuando
irrumpe en su vida ese mundo especial de lo “sobrenatural o
preternatural” viene el Señor con nuevos auxilios y luces, porque así a
él le place, para asociarla más y más y mejor a la Cruz de Cristo y
hacerla experimentar la propia nada y para levantarla desde ese abismo a
las alturas de la santidad. Famosa sí por estos fenómenos especiales,
pero más famosa en razón de las virtudes que ha practicado y por ellas
no por aquellos, subirá a los altares, si así lo quiere el Señor.»
Entre sus virtudes se señala el espíritu de oración, la laboriosidad, la sencillez y la humildad.
Es
alguien llena de empatía, solícita por el bien de los demás, en
especial por la vida cristiana de los suyos: hermanos, sobrinos,
resobrinos.
Y como envolviéndolo y ungiéndolo todo sobresale su amor a Dios y al prójimo en los que se sustancia la verdadera santidad.
Con la comunidad. Abajo a la izquierda
Abajo en el centro.
Con la comunidad. Abajo a la izquierda
Abajo en el centro.
Cristina
no es ninguna doctora de la Iglesia; sus estudios fueron muy reducidos,
pero con ese pequeño bagaje supo ser apóstol y consejera
extraordinaria, como lo demuestra su epistolario. A su apostolado
escrito hay que añadir el gran bien que hizo a tantas y tantas personas
que acudían a ella: a lo que podríamos llamar su consulta espiritual.
A
lo largo de su vid había formulado su gran lema: “Orar, callar y
sufrir”, y sus tres amores: “La Eucaristía, la Virgen, la Cruz”.De este
lema y de estos amores vivió en profundidad. De sus tres amores hay
catequesis abundante en sus Cartas y otros pequeños escritos. Alma
carmelitana de altura, encandila con su sonrisa interminable y con su
mirada alegre ilumina a sus devotos y los anima a intimar con el Señor, a
alimentarse con el Pan del cielo y robustecidos con él, empuja a
abrazar la voluntad divina con generosidad.
Su
acción benéfica se va extendiendo por el mundo, pero no olvida Cristina a
sus familiares, a San Fernando y sus gentes, a sus conventos de
Ogíjares, al de la Isla en el que reposa, no se olvida tampoco de
Sevilla donde nació y la acristianaron, ni de Huelva donde se crió, ni
de su Orden del Carmen Descalzo, ni de los sacerdotes por los que tanto
oró y se sacrificó, siguiendo las huellas de Santa Teresa.
Para comunicar gracias, favores donativos, dirigirse a:
Madres Carmelitas descalzas
Monasterio de la Santísima Trinidad
C/ Real 224
San Fernando (Cádiz, España)
Tlfno.: 956 881 336
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