Su vida
«La santidad, la plenitud de la vida cristiana no
consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en
vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus
comportamientos». Benedicto
XVI
Desde el Centro del Amor, en la gloria de los
Bienaventurados, una sencilla flor cultivada en el jardín de Santa Teresa de
Jesús, se abre con aroma de santidad: la Sierva de Dios, Madre María Isabel
del Amor Misericordioso, fundadora del Monasterio del Espíritu Santo, en
Orito-Monforte del Cid (Alicante). Su vida es ejemplar no sólo para el
Carmelo Descalzo Teresiano, sino también para todo cristiano, en su
espiritualidad profundamente evangélica, arraigada en las raíces del bautismo,
y cultivada en la vivencia del mandamiento nuevo de Jesús.
«El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me
bastará…» Sta.
Teresa de Jesús
Mª Isabel Zapata de Calatayud Benavent nació en Gandía
(Valencia), el día 27 de diciembre de 1907. Fue la séptima hija del hogar formado por el Excmo.
Sr. D. Adulfo Zapata de Calatayud y Estaña, Barón de Agres y de Sella y la
Excma. Sra. Baronesa Dña. Isabel Benavent Ascó. El mismo día de su nacimiento
fue bautizada en la pila bautismal de San Francisco de Borja, en la Parroquia
de la Asunción de Ntra. Señora. Sta. María Colegiata, de Gandía.
Colegiata de Sta. María de Gandía.
Colegiata de Sta. María de Gandía.
Era el gozo y la alegría de sus padres el que los
niños recibiesen cuanto antes la filiación divina. Ya había en el mundo un
corazón más donde la Trinidad hiciese su morada.
En su infancia y juventud quedó profundamente impresa
en ella la huella de la formación religiosa recibida en el seno de su familia,
en la que el testimonio de amor a Dios y al prójimo era fundamental. La elevada
posición social de los Barones de Agres y Sella nunca los distanciaba de la
gente sencilla, sino que, con afabilidad y sentido cristiano de fraternidad,
todos se sentían acogidos y valorados, especialmente los pobres y la
servidumbre de la casa.
Una anécdota de este tiempo revela simbólicamente lo
que fue la vida de Madre Mª Isabel. Cuando la pequeña aún no tenía tres años se
perdió. Se la buscó por toda la casa, pero nadie la veía. Registraron el
jardín, indagaron por los alrededores; hubo incluso que avisar a la guardia
civil… Inesperadamente se la halló dentro de un armario, abrazada a un precioso
vestidito rosa, que se le estaba confeccionando, y que, al probárselo, a ella
le había encantado. Hasta había derramado lágrimas cuando hubo que quitárselo.
La niña, tras haberlo buscado y encontrado, se abrazó fuertemente a él,
quedando dormida allí mismo, en el ropero, ajena al drama que había
desencadenado. Así fue su vida, un anhelo continuo hasta alcanzar el tesoro de
Dios en ella, un tesoro por el que lo vendería todo, al que se abrazó con todo
su ser, y por el que se ocultó en la soledad del Carmelo. La cruz y el
sufrimiento marcaron el camino de Mª Isabel, desde los albores de su biografía.
Cuando tan sólo contaba tres años de edad, falleció su joven madre. La niña
experimentó, con angustia en su corazón, el desgarrón de la separación y la
nostalgia del vacío materno. Fue éste el tiempo en el que despertó en ella el
amor a la Stma. Virgen, donde encontró refugio su orfandad. Y, como en otro
tiempo lo hiciera Santa Teresa, se confió totalmente a María, ante una imagen
de la Inmaculada, en la iglesia parroquial de Ibi (Alicante).
Iglesia parroquial de Ibi (Alicante).
Iglesia parroquial de Ibi (Alicante).
D. Adulfo contrajo segundas nupcias con Dña. Amelia
García Arias, señora también de estirpe noble. Sin embargo, las expectativas de
D. Adulfo con este segundo matrimonio resultaron fallidas.
Sus padres.
Dña. Amelia no consiguió llenar el hueco que en la familia había dejado la muerte de Dña. Isabel. Los hijos, y especialmente la pequeña Mª Isabel, no podían reemplazar en lo más íntimo de su corazón a mamá Isabelita.
Sus padres.
Dña. Amelia no consiguió llenar el hueco que en la familia había dejado la muerte de Dña. Isabel. Los hijos, y especialmente la pequeña Mª Isabel, no podían reemplazar en lo más íntimo de su corazón a mamá Isabelita.
Dos años más tarde, muere D. Adulfo, víctima de una
pulmonía. Quedan los hijos al cuidado de Dña. Amelia, que pronto acabó por
eludir la responsabilidad de aquella casa. Los pequeños fueron confiados a un
tutor, a un administrador y demás criados de la casa. Tras una esmerada
preparación, el día de la Stma. Trinidad del año 1915, Mª Isabel hizo su
primera Comunión, en la que conscientemente acogió el don de Jesús Eucaristía,
con gozo indecible. Su adolescencia floreció bajo la impronta que dejara en
ella la influencia de su padre y de sus preceptores, que la educaron en la
práctica de las virtudes cristianas. Fue una joven amante de los valores más
nobles del ser humano, y a quien la temprana experiencia de la cruz había
dotado de una madurez poco común.
En su juventud se enamoró de un joven llamado Juan
Giner Castelló. Tejió con él proyectos de vida santa matrimonial; más
conociendo la radicalidad con que su corazón ardiente se entregaba, se decidió
finalmente por la vocación religiosa, con una muy determinada determinación.
Quería ser enteramente para Dios, con todo su ser indiviso.
«Determiné hacer eso poquito que era en mí…» Sta. Teresa de Jesús
En el discernimiento de su vocación, fue encaminada
por su confesor al Carmelo Descalzo Teresiano. El día 7 de junio de 1928
ingresó en el Monasterio del Corazón Eucarístico de Jesús, en Manises
(Valencia). Hizo su Postulantado con todo fervor. Firmemente asida a
Jesucristo, superó pruebas y dificultades, en seguimiento de su Señor. Tomó el
Hábito el 20 de diciembre de 1928. A partir de este momento su nombre religioso
fue el de Mª Teresa del Amor Misericordioso. Por su fidelidad en la
práctica de las virtudes pequeñas y ocultas, por su fina caridad, por su amable
y perenne sonrisa llegó a ser un vivo ejemplo de Sta. Teresa del Niño Jesús.
Isabel de novicia.
En su Noviciado, se dedicó de lleno a conocer más de
cerca la vocación a la que había sido llamada, en la práctica de las virtudes
propias que se acostumbran en el Carmelo, y que Santa Teresa de Jesús propone
como formativas de la Carmelita Descalza: el desasimiento de todo lo creado, la
humildad, y la caridad, virtud ésta en la que habría de sobresalir la Hna. Mª
Teresa ya desde los inicios de su vida religiosa. Pasado el año de Noviciado,
hizo su Profesión simple el 7 de enero de 1930, y la solemne el 7 de enero de
1933.
Con el estallido de la guerra civil y la consecuente
persecución religiosa, las Carmelitas Descalzas de Manises abandonaron el
Monasterio.
La sierva de Dios de profesa
La sierva de Dios de profesa
Hna. Mª Teresa y dos Hermanas más de la Comunidad, una
de ellas la Sierva de Dios, Madre Margarita Mª del Corazón Eucarístico de
Jesús, Fundadora del Carmelo de Lugo, se refugiaron en casa de la familia de D. Vicente Vilar
y Dña. Isabel Rodes, matrimonio cristiano muy ejemplar, que vivía en Manises.
D. Vicente Vilar murió mártir de la fe, la noche del 14 de febrero de 1937.
Más tarde, desde Manises, Hna. Mª Teresa se trasladó a
Valencia, donde consiguió un trabajo en un Hospital para niños tracomatosos.
Allí, con indecible caridad, se desvivió en el cuidado de los enfermos,
especialmente de aquéllos que, marcados por profundas heridas, tenían un
comportamiento más difícil e indisciplinado.
Catedral Basílica Metropolitana de la Asunción de Santa María de Valencia
Basílica de Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia
Ntra. Sra. de los Desamparados, patrona de Valencia
Plaza del Ayuntamiento de Valencia
Catedral Basílica Metropolitana de la Asunción de Santa María de Valencia
Basílica de Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia
Ntra. Sra. de los Desamparados, patrona de Valencia
Plaza del Ayuntamiento de Valencia
En el transcurso de la guerra, dos de sus hermanos
–Adolfo y Juan- y su cuñado Ciríaco fueron encarcelados en la misma ciudad de
Valencia. Hna. Mª Teresa hizo cuanto pudo por aliviar la situación de sus
familiares presos, hasta privarse de alimentos que ella misma les llevó a la
cárcel.
«En tomando el hábito… a la hora me dio un tan gran
contento de tener aquel estado, que nunca más me faltó hasta hoy» Sta. Teresa de Jesús
Mientras duró la exclaustración fueron varias las
ocasiones en las que se vio sometida a fuertes atropellos, en los que brilló la
reciedumbre de su fe y la heroicidad de su amor. En uno de los viajes que en
este tiempo hizo desde Valencia a Cocentaina, Hna. Mª Teresa fue detenida por
los milicianos y conducida a una checa, donde pasó horas de verdadera angustia,
en las que su vida corrió un serio peligro, siendo finalmente liberada.
Cocentaina (Valencia)
Cocentaina (Valencia)
Una vez finalizada la guerra, las Carmelitas volvieron
a su «Palomarcico» de Manises. En los trabajos intensos por adecentar y
restaurar el Convento, que había sido cuartel, Hna. Mª Teresa se prestó
incansable a cuanto de ella necesitaba su Comunidad.
Había por entonces en aquella Comunidad Hermanas de
«velo blanco» o legas, y Hermanas Coristas. A las primeras siempre se les
asignaban los trabajos más humildes y costosos. No siempre esta diferencia
obedecía a una vocación de Dios, sino que la mayoría de los casos se debía a
que las Hermanas leguitas lo eran por no haber tenido dote económica que
aportar al Convento. A Hna. Mª Teresa, en su fuero interno, se le hacía
dificultoso aceptar esta «diferenciación» entre unas y otras, dado que todas
eran esposas de Cristo. Su espíritu tan evangélico se resistía a estos esquemas
y suplicaba al Padre Dios, desde el «amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Una vez normalizada la vida conventual, llegaron hasta
el Carmelo de Manises un nutrido número de vocaciones. Fruto de esta fecundidad
nacieron tres fundaciones: Puzol, Buñol y Altea.
Una de estas fundaciones, la de la Olla de Altea,
contó con Hna. Mª Teresa en el grupo de fundadoras. El día 12 de octubre de
1956, partieron para Altea, donde fundaron el Carmelo del Sagrado Corazón de
Jesús. En este
nuevo Carmelo, fue nombrada Maestra de Novicias y colaboró en el gobierno
conventual, al ser elegida segunda Clavaria`. Como Maestra de Novicias, fue una
gran formadora. La medida de la virtud la cifraba en el Evangelio, vivido con
radicalidad, dando la primacía a la práctica de la caridad. Formaba a las
hermanas según el carisma propio que Santa Teresa de Jesús implantó en sus
Monasterios, e insistía en la necesidad de la abnegación, para dejar paso a
Cristo en la vida de la Carmelita.
Hnas. fundadoras, Hna Mª Isabel, la 2ª por la izquierda
Hnas. fundadoras, Hna Mª Isabel, la 2ª por la izquierda
A raíz del Concilio, se ofreció a las Monjas la
posibilidad de recuperar el nombre de bautismo o bien seguir con el tomado en
la vida religiosa. En el Monasterio de Altea se optó por volver al nombre de
bautismo, conservando el apellido religioso. Así pues, el nombre de la Sierva
de Dios pasó a ser el de Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso.
La celebración del Concilio Vaticano II fue para ella
un don de la Providencia. Como Priora y como fiel hija de la Iglesia, recibió
con corazón abierto los documentos conciliares, especialmente el Perfectae
Caritatis, en las indicaciones que el mismo hace de renovación de la vida
religiosa, «desde la vuelta a las fuentes de la vida cristiana y a la
inspiración primigenia de los institutos, con la adaptación de los mismos a las
condiciones cambiantes de los tiempos», y teniendo como «última norma de la
vida religiosa el seguimiento de Cristo, según el Evangelio», todo ello bajo la
tutela y guía de la Iglesia. Con la reflexión de los textos conciliares, el
espíritu evangélico de la Madre revivía, añorando algo hermoso para el Señor
que todavía no sabía definir.
«Estando allí un día en oración, me fue dicho de
nuestro Señor que fuese a fundar…» Sta. Teresa de Jesús.
En el espíritu de Madre Mª Isabel, la fidelidad al
carisma de Sta. Teresa de Jesús, así como la vivencia del mandamiento nuevo del
amor, en el que veía el corazón del Evangelio, hicieron de ella un instrumento
dócil en manos del Espíritu Santo que, en su providencia, la tenía destinada
para una nueva fundación: el Carmelo del Espíritu Santo, en Orito – Monforte
del Cid – (Alicante).
Madre Mª Isabel abrió su alma al Obispo de la Diócesis
de Orihuela-Alicante, Mons. Pablo Barrachina y Estevan quien, tras discernir el espíritu
que movía a la Madre, aprobó y alentó el proyecto de la fundación.
Mons. Pablo Barrachina y Estevan
Mons. Pablo Barrachina y Estevan
Mons. Pablo Barrachina y Estevan (+) ya de emérito en su residencia junto al también ya obispo emérito Mons. Rafael Palmero, obispos de Orihuela Alicante
Como verdadero Padre, le ofreció su mediación ante la
Santa Sede, e indicó el lugar donde ubicar el nuevo Carmelo: Orito. Junto con
el Sr. Obispo, el Siervo de Dios Diego Hernández González, confesor de la
Comunidad de Olla de Altea, y con quien Madre Mª Isabel se comunicaba en
dirección espiritual, vio que en aquella proyectada fundación, la Madre era
inspirada por Dios. Éstas fueron las palabras del Padre Diego tras escucharla: «Yo,
que no acostumbro a contestar antes de pensarlo bien en la oración, ¡cómo me
hablaría esta mujer!, que viendo claro, contesté inmediatamente: ESTO ES DE
DIOS».
El siervo de Dios Diego Hernández González
Hasta que la fundación llegó a ser un hecho, muchos
fueron los sufrimientos, dificultades y contratiempos.
El sello de la cruz marcó el camino de Altea a Orito,
mas este sello era al mismo tiempo la seguridad de que Dios quería ese nuevo
Palomarcico.
Providenciales fueron los caminos del Señor hasta la
fecha del 24 de agosto de 1973, en que Madre Mª Isabel, acompañada de un
grupito de Hermanas, llega al Santuario de Nuestra Señora de Orito –Loreto-,
donde las esperaba un Monasterio de frailes Franciscanos Descalzos
Alcantarinos, que pronto se transformaría en uno de los Carmelos de Sta. Teresa
de Jesús.
Fotografía del convento de Orito
El día de la inaguración, Mons. Pablo Barrachina y la comuunidad descalza
La vida de observancia y austeridad que Madre Mª
Isabel sembró en la nueva fundación destacó por la soledad, silencio, pobreza,
oración y contemplación, para vivir la radicalidad evangélica del estilo
carmelitano descalzo.
La Comunidad, por dificultades surgidas al comienzo de
su llegada a Orito, donde al ser pocas Hermanas resultaba difícil compaginar el
trabajo remunerado con la observancia regular, renunció a aquél para vivir
únicamente de la Providencia, aun a riesgo de que no llegaran las provisiones,
confiada siempre en la fidelidad de Dios.
La Sierva de Dios fue una gran contemplativa; a menudo
pasaba largos ratos de las noches en oración, y Dios le concedió penetrar, de
modo infuso, el misterio de su amor y misericordia, en consonancia con su
apellido religioso: «Amor Misericordioso». Como buena Carmelita, amó
filialmente a Ntra. Madre Santísima, la Virgen María. Confiaba en ella sin
medida. Decía que a su Comunidad la cuidaba el Corazón Inmaculado de María, y
que en ese refugio estaba segura.
A lo largo de su vida, Madre Mª Isabel padeció
diversas enfermedades. Su llegada a Orito fue muy favorable, ya que el clima
seco le era reconstituyente por estar aquejada de problemas respiratorios. El
verano de 1980 lo pasó en reposo por una afección cardíaca. Desde este momento
hasta su muerte, sobrevenida el 31 de octubre de 1987, la cruz de la enfermedad
ya no la abandonaría. Su diagnóstico era muy complejo en cuanto a aparato
respiratorio y corazón. En cuatro ocasiones hubo de ser ingresada en diferentes
Centros de salud, dejando siempre a su paso una estela de virtudes cristianas
sólidas, de fortaleza en el dolor y de saber sobreponerse a su estado de
enferma, con un gran olvido propio, preocupándose siempre por cuantos la
rodeaban.
El 3 de septiembre de 1987, la enfermedad de Madre Mª
Isabel se agravó, de forma que ya no fue posible la recuperación, pese a los
esfuerzos realizados, en este sentido. Fue consciente del momento que vivía. Y
alentó a la Comunidad en su postrer despedida: «No estéis tristes; la Virgen no
quiere que estéis tristes porque yo me voy al cielo», -decía a las Hermanas».
En sus últimos días recibió el consuelo de ser visitada por el Sr. Obispo, D.
Pablo Barrachina y Estevan quien, conocedor del estado de la Madre, acudió a
darle su bendición y absolución de Padre.
Igualmente, diversos sacerdotes, muy vinculados
espiritualmente a ella y a la Comunidad, fueron testigos de las últimas horas
de esta preciosa vida, entre ellos, el Rvdo. Sr. D. José Ruiz Costa quien le preguntó:
-Madre, díganos algo del cielo. ¿Qué es el cielo?- Ella se recogió unos
instantes y contestó: -«El cielo es el centro del amor. El cielo es el lugar
donde siempre se ama».
«Vi a su Majestad… díjome que tuviese por cierto que a
todas las monjas que muriesen en estos monasterios, que el las ampararía…» Santa Teresa de Jesús
Finalmente en la mañana del día 31 de octubre de
1987 moría Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, mientras se celebraba la
Misa Conventual, aproximadamente cuando se recitaba el Padrenuestro.
Después de su fallecimiento, varios sacerdotes celebraron la Eucaristía ante sus restos mortales. También el Sr. Obispo y el Sr. Vicario General acudieron el mismo día 31 para orar ante el féretro de la Madre. El funeral se celebró al día siguiente, 1 de noviembre. Se cantó con «Gloria», en atención a la Solemnidad de Todos los Santos.
Durante el acto de enterramiento, la Comunidad entonó
un Magníficat Solemne para despedir a su amada y venerada Madre. Y, una vez
tapiado el nicho, sobre el yeso blando, Madre Mª Elena de Cristo, su más
cercana colaboradora, secundando la voluntad de Madre Mª Isabel, que así lo
había manifestado, escribió: «OS SIGO AMANDO».
Así finalizó la peregrinación terrena de Madre Mª
Isabel del Amor Misericordioso, que nos sigue amando, desde el Centro del Amor,
desde el lugar donde siempre se ama: la Patria del Cielo.
Sus manos
Sus manos
ORACIÓN. Para la devoción privada
¡Oh, Dios! Padre bueno y
providente, que infundiste en tu sierva, Mª Isabel del Amor Misericordioso,
Carmelita Descalza, el don de amar a todos los hombres con tu mismo amor; y,
desde su vida escondida, la hiciste testigo gozosa de tu paternidad. A ti, que
encendiste en su corazón el fuego vivo de la caridad y, en tu Providencia, la
llamaste a fundar un Carmelo Teresiano, desde donde testimoniar el mandamiento
nuevo de Jesús, te pedimos sea reconocida por la Iglesia y ante el mundo su
santidad y alcanzar, por su intercesión, la gracia que esperamos de tu
misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Pídase la gracia que se
desea alcanzar). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
De conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII,
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eclesiástica; y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.
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