Navalcán
1614-La Calzada 1687.
Agustina
Recoleta,
Fundadora
de los Conventos de Serradilla (Cáceres) y
Calzada de
Oropesa (Toledo)
Semblanza biográfica.
La Madre Isabel de la Madre de Dios, Isabel Ximénez en el siglo, nació en
Navalcán, Aldea del Conde de Oropesa, Obispado de Ávila, hoy Villa de la
provincia y diócesis de Toledo. Fue bautizada en la Pila de la Iglesia de Ntra.
Sra. del Monte, de dicha villa, el 6 de junio de 1614, poniéndola el nombre de
su madrina y tía carnal, la que luego sería la Madre Isabel de Jesús en el
convento de Agustinas Recoletas de Arenas. Fueron sus padres Francisco García
de la Cepeda (c.1575-c.1623), serrano de Gredos, natural de Cepeda de la
Mora, y Catalina Ximénez (c.1580-1632), natural de Navalcán, hija de Juan
Sánchez Agustín y de María Ximénez. Tuvieron ocho hijos, cinco varones y tres
mujeres, siendo Isabel la séptima en nacer y la última de las niñas. Transcurre
su niñez y adolescencia en Navalcán, ayudando en las tareas de la casa y a sus
hermanos con el ganado, ocupándose en el cuidado de los corderos. A los 18 años
ingresa en el Convento de las Agustinas Recoletas de Arenas, donde está de
Religiosa su tía Isabel desde 1626, que ha adoptado el nombre de Isabel de
Jesús. Profesa como Monja Lega el 4 de septiembre de 1633, ocupándose en
todos los oficios que la mandaba la obediencia, como enfermera, cocinera y
cuidar las aves del convento. A partir de 1640 Isabel de la Madre de Dios va a
ir adquiriendo una vida de oración intensa y de gran comunicación directa con
el Señor, bajo la dirección espiritual del P. Fr. Francisco Ignacio del
Castillo, Agustino Recoleto y Vicario del Convento. En 1655 la ordena que escriba
esas vivencias espirituales, cosa que realiza desde ese año hasta algo después
de 1660 dictando sus experiencias a la Madre Inés del Santísimo Sacramento,
pues, como su tía, no sabía tampoco leer ni escribir. Este año de 1660 es
promovida a Religiosa de Coro por el Obispo de Ávila, saliendo en el mes de
mayo a fundar el Convento de Serradilla, dedicado al Sto. Cristo de la
Victoria, donde ejerce de Priora hasta 1673. Edifica el Convento y la Iglesia
de nueva planta durante su Priorato, dejando este su Convento en 1676 en que
sale a fundar el de La Calzada de Oropesa, este acogido a la advocación del
Santo Cristo de las Misericordias. También aquí, esta vez bajo la protección y
patronato del Conde de Oropesa, Don Manuel Joaquín Álvarez de Toledo, levanta
el extraordinario Monasterio de nueva planta, construye sus claustros, adquiera
la huerta, la cual deja perfectamente murada para la completa clausura de sus
monjas. Los dos Conventos subsisten en activo, perviviendo sus Comunidades de
religiosas y sus edificios gracias al exquisito mantenimiento que hacen las
religiosas. La Madre Isabel de la Madre de Dios ejerció de Priora en La Calzada
hasta su muerte, ocurrida el 19 de enero de 1687. Ejercitó todas las virtudes
en grado heroico durante su vida, siendo considerada como una de las más altas
místicas del siglo XVII. En 1690 se incoa el Proceso Diocesano de Información
sobre su Vida, Virtudes y Milagros, con motivo de lo cual fue exhumado el
cadáver, hallándole incorrupto, en cuyo estado de incorrupción y flexibilidad
se conserva en la actualidad, pretendiendo ahora la Comunidad de La Calzada
reabrir el Proceso e iniciar el camino para llevar a esta extraordinaria mujer
a los Altares, como ejemplo claro a seguir y a imitar. La figura de la Madre
Isabel esta plenamente vigente no solo en la Comunidad de la Calzada, donde no
dudan de sus merecimientos y de su vida de absoluta perfección, sino en el
pueblo de la Calzada, donde tiene una calle dedicada con su nombre, y en
Navalcán, en donde celebran romerías a La Calzada el 19 de enero, rememorando
su muerte. Se acaba de escribir su biografía, pudiendo adquirir ejemplares en
el Convento de La Calzada.
La sierva de Dios Isabel de la Madre de Dios (de velo negro) y su tía también proceso de canonización, la hermana Isabel de Jesús (de velo blanco).
Fachada e interior de la Iglesia conventual del Monasterio del Stmo. Cristo de la Misericordia de las madres agustinas recoletas de la Calzada de Oropesa (Toledo).
Fachada e interior de la Iglesia conventual del Monasterio del Stmo. Cristo de la Misericordia de las madres agustinas recoletas de la Calzada de Oropesa (Toledo).
Vida de alta espiritualidad.
Desde los tiempos del Noviciado, pero mucho más con el paso del tiempo en la Clausura,
la Madre Isabel fue elevando el plano de su andadura por este mundo y se fue
acercando a Dios mediante una intensa vida espiritual, hasta alcanzar la cima
de las mas altas cotas de la mística. A través de sus textos dictados podemos
conocer y admirar esa vida intensa y continuada de comunicación espiritual con
el Señor, que se nos trasmite y manifiesta por una parte en las muchas horas
extras de coro, en los largos ratos diarios de recogimiento en la celda o en
los retiros en las ermitas de la huerta, y por otra en los actos cotidianos,
cuya naturaleza siempre, absolutamente siempre, Isabel sublimaba, elevando la
condición natural de las cosas y de los actos a la categoría de sobrenaturales,
dimanados directamente de la voluntad de Dios. Siempre supera con creces las
obligaciones de la Comunidad en materia de oración y recogimiento, y eso
que estas eran duras, sobre todo en ciertas ocasiones, como en los viernes de
Cuaresma, en que además del ayuno, la abstinencia y la disciplina comunitaria se
practicaba la llamada Oración de la Soledad, que duraba tres horas. La Madre
Isabel gustaba de quedarse en el Coro o recogerse en su Celda, o retirarse a su
Ermita, orando con el Señor. Era esa oración intimista, de oírse a sí misma,
producto de su alta espiritualidad, y está basada en el recogimiento y en la
vida interior. La Madre Isabel encarna esa clase de mujer religiosa ensimismada
con Dios, tan característica en la religiosidad del siglo XVII español.
Representa ese espíritu individual de superación e ir mas allá de lo exigido en
las normas, que hará de ella un prototipo de persona de altísima
espiritualidad, a la que llegará por el camino de la mortificación, de la
ascesis y de los sufrimientos primero, y mediante la oración y meditación
contemplativa después, para alcanzar el grado de comunicación permanente con
Dios. La Madre Isabel se nos muestra como una mística de altura, ya liberada de
todo el lastre que pudiera atarla a la materialidad de la vida, consiguiendo la
negación total de sí misma, o anonadamiento, y la aniquilación personal en
Dios, producto de la llama de amor divino que inflama y constriñe todo su
espíritu. Esta apretura de amor que ella siente en su alma, la llevará a estar,
al menos en ocasiones, por encima de las cosas materiales y hará que la Madre
Isabel esté abstraída de las ocupaciones y sucesos ordinarios, esté como en
otro mundo, minusvalorando las acciones materiales ordinarias de la vida. Es el
producto de la transformación en el Señor, del aniquilamiento de sí misma, en
que, si bien el cuerpo está en la tierra, el espíritu no desciende a ella, sino
que se mantiene en los estratos sobrenaturales. Esa búsqueda de Dios, de lo
permanente, de lo trascendente, es lo que va a guiar toda la vida de la Madre
Isabel que va a adquirir un grado de virtud tan alto, que, más que ella, es la
propia virtud la que va actúa en su lugar, identificándose ambas plenamente.
Vida de virtud en grado heroico.
La vida espiritual de la Madre Isabel es el aspecto esencial para poder
comprender la gran obra de esta decida mujer que nos ha dejado como herencia
material a las Comunidades de Serradilla y La Calzada y a sus respectivos
conventos, pero que también nos cede un legado espiritual que radica
precisamente en el dechado de virtudes que fue durante toda su vida. Ejercitó
en grado altísimo todas ellas, iniciándose desde niña en la práctica constante
de la caridad, imbuida como se ha dicho por su madre, su tía y su abuela.
Fachada e interior de la Iglesia conventual del Monasterio del stmo. Cristo de la Victoria en Serradilla (Cáceres).
Doble
vertiente podemos discernir en la práctica ferviente de esta noble virtud de la
Caridad por la Madre Isabel. Una con el prójimo, con sus hermanas e hijas de
Religión, con todos los que acudían a pedir su consejo o unas palabras de
aliento, o su ayuda, y otra la que ejerció ardientemente por los pecadores,
ansiosa de remediar sus almas. Es decir la práctica total de la caridad hacia
los demás tanto en su aspecto material, como en el espiritual. La grandeza de
su piedad y de su corazón no consentía los trabajos o dificultades en las
demás, especialmente si eran causados por ella, por su delicado estado de
salud.
La Madre Isabel tenía un carácter muy vivo, como se ha dicho antes, pero supo
dominarlo y ejercitar de manera significativa la humildad. La verdadera
humildad consiste en el desprecio de sí mismo y el considerarse como digno de
ser despreciado de todos, y en cuanto esté de nuestra parte, deseado y
procurado, ejercitando algunas humillaciones y aceptando las que vinieren. Esto
es justamente lo que va a practicar la Madre Isabel desde que tomó el Hábito,
siendo una constante ese deseo de ser despreciada y humillada, anteponiendo
este deseo incluso al martirio. Muy a su pesar tomó fama, ya desde sus tiempos
de monja Lega en Arenas, de buena consejera e intercesora ante las instancias
divinas, acudiendo mucha gente a consultarla, circunstancia que la apenaba
sobremanera. Siempre fue enemiga de esta estimación y fama. La mortificaba y
sufría muchísimo con ello, pidiendo a Dios que la mandase todos los tormentos y
sufrimientos que deseara, pero que la quitase el ser conocida y admirada.
Grandísimas muestras de las virtudes de la Constancia, Perseverancia y
Paciencia nos ha dejado la Madre Isabel, las cuales pudo ejercitar
especialmente en las dos fundaciones. En la de Serradilla todo fueron
dificultades y contrariedades que obligaron a una tramitación larguísima que
duró cinco años. Jamás se dio por vencida, ni desanimada, por más que todo
salía mal, y las autoridades no hacían sino poner en aprietos la fundación.
Otro tanto sucedió con la construcción del Convento de La Calzada en donde su
perseverancia y constancia, y su fe en Dios, hicieron posible que la obra
inmensa de la Huerta, el Claustro y las dependencias conventuales llegasen a
buen puerto a pesar de las enormes dificultades económicas de la Comunidad.
La Obediencia es correlativa a la humildad, de modo que según el grado de la
primera, así será de perfecta la segunda. Perfecta se puede decir fue la vida
de la Madre Isabel en esta virtud de la Obediencia. Hay que valorar en su justa
medida el mérito indudable que tiene la Madre Isabel al haber conseguido
ejercitar esta virtud de la obediencia, pues esto no le venía de manera innata,
o de su forma de ser. Muy al contrario Isabel era desde siempre una joven muy
decida, con mucho genio, con mucha personalidad, como hemos dicho. Primero con
su santa tía Isabel de Jesús y después con su confesor, sin menoscabo de la
influencia de sus Preladas y compañeras, fue moldeando su personalidad, hasta
conseguir rendir ese pronto y ese genio de manera que, sin perder su recia
personalidad, supiese adaptarla a los parámetros de la vida reglar y superados
con creces hasta el grado de alta virtud. Y eso solo lo pudo conseguir con el
ejercicio de la humildad y de la obediencia en sus más elevadas cotas.
Recordemos que la Madre Isabel, además de su Voto de Obediencia por razón de la
Profesión, añadió el voto particular de obediencia a su Confesor, e incluso fue
más allá y, siendo Priora en Serradilla, prometió también obediencia a su
secretaria privadamente, para no hacer nada sin licencia y sin el mérito de
obedecer. Esta religiosa era la M. Isabel de la Asunción, a quien la M. Isabel
en cierta ocasión, siendo Prelada en La Calzada, en que atormentada por la sed
de su enfermedad deseaba tomar una ciruela, no lo hizo hasta que obtuvo
previamente licencia de ella.
En general podemos decir que la Madre Isabel asumió con la Profesión Religiosa
como Monja Lega un tipo de vida de servicio a los demás, de oficios
humildes y gravosos, que implica que la Humildad, la Obediencia, la Caridad, la
fortaleza y la Mortificación vayan muy unidas, como todas las demás virtudes,
pues no es posible ejercitarse en alto grado en unas y carecer o ser menguado
en otras. La Alta Espiritualidad que comportaba la vida roda de la Madre Isabel
supone necesariamente la posesión de un alto grado de Virtud, con mayúsculas,
producto del ejercicio de todas las virtudes a niveles superlativos, pero
especialmente las que comportan sacrificio, sufrimiento, servicio a los demás,
ayuda, trabajos duros y prolongados.
Camino de los altares. 1690-2007
Fue tanta la fama de santidad, virtud y milagros que gozaba la Madre Isabel,
tanto en vida como después de su muerte, que inmediatamente después de ésta se
puso en marcha el Proceso para elevarla a los altares. Así, en 1690 se inicia
el expediente de información diocesana sobre la Vida, Virtud y Milagros de la
Madre Isabel, recabando toda la información de los testigos que la conocieron,
los cuales declararon sobre sus virtudes y relataron los milagros que había
efectuado, tanto en vida como después de su muerte. Fueron muchos los milagros
y hechos extraordinarios que se relacionaron en el proceso, y, sobre todo, fue
muy coincidente la declaración de todos los testigos en relación a su elevada
espiritualidad y al altísimo grado de virtud que adquirió en su vida. Los
distintos avatares políticos, económicos y sociales impidieron que se
continuara con el proceso de canonización, habiéndose reactivado en la
actualidad por la Comunidad del Convento de La Calzada de Oropesa. El arzobispado de Toledo ya ha abierto (18 enero 2008) y cerrado (28 noviembre 2009) el proceso diocesano enviándolo a la CCS en Roma para su estudio y posible confirmación de la sierva de Dios de la vida en grado heroico de la vida cristiana.
Su biografía:
Autor: Jesús Gómez Jara
Para más información, conseguir su biografía, estampas, reliquias,...:
MM Agustinas Recoletas
Monasterio del Stmo. Cristo de la Misericordia
C/ de las Monjas, 1
C.P. 45580 Calzada de Oropesa (Toledo)
Telf.: 925 435 134
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